Si alguien nos hubiera contado hace diez años que una multinacional poderosísima se vería ante las cuerdas por un grupo de haters insultantes sentados en el sofá de su casa, nos habríamos reído. Pero está a la orden del día que empresas de todo calado tomen decisiones ilógicas y a la desesperada para protegerse de estos grupos de presión en redes sociales. ¿Cuándo hemos comenzado a darle tanto valor a quien difama e insulta?
Introduzcámonos por unos instantes en los rumores y comadreos de las altas cúpulas musicales estadounidenses. El famoso rapero y diseñador Kanye West lleva desde 2009 en una cruzada sin cuartel contra la cantante (en su opinión sin talento) Taylor Swift. Este año, una canción plagada de improperios firmada por el elegante rapero y dirigida a la artista, ha avivado el fuego.
Los seguidores de ambos bandos, haters para el contrario, se afanaron por cruzar insultos en las redes sociales. El problema es que quienes apoyan al #TeamKimye, dirigido por Kanye y su esposa Kim Kardashian, gritan más y más alto en contra de Taylor Swift.
¿Qué puede hacer Taylor Swift ante semejante avalancha de comentarios malsonantes? Instagram lo tiene más que claro. Lanzar un filtro para sus cuentas más Premium (por ahora, parece ser que lo tienen disponible Taylor Swift, Beyoncé y Kim Kardashian) que funciona de la siguiente manera. La famosa en cuestión puede indicar a Instagram a través de esta herramienta que bloquee los comentarios que contienen ciertas palabras que no le gustan y la red social los elimina sin más.

Así, Taylor Swift navegará en las tranquilas aguas de los piropos y las alabanzas en sus redes sociales, abanicada por quienes la aman y harían cualquier cosa por su musa. Y esto nos hace pensar, ¿es esto justo? ¿qué pasa cuando un comentario negativo es sincero e incluso, necesario?
Todos estamos de acuerdo que un hater molesta y no aporta nada a una discusión civilizada y sana. Pero, ¿cuándo está bien bloquear y censurar a un troll y cuándo estamos callando la voz general de los seguidores de una marca, que también tienen derecho a expresar lo que piensan y lo hacen de forma respetuosa?
Instagram protege a las celebrities de esos grupos de presión y no es la única empresa que escucha (o acalla, en ese caso) su opinión. La pasada semana fueron los comentarios negativos vertidos por la comunidad Twitter los que empujaron a Nestlé a desvincularse de uno de los influencers con los que trabaja.

JPelirrojo fue vilipendiado en redes sociales por opinar de forma irónica sobre la muerte de un torero y el hashtag #boicotNestle fue TT durante horas. Nestlé, que le tiene en nómina con su campaña del helado Maxibon, anunció a través de Twitter que JPelirrojo dejaría de ser imagen de la citada campaña.

El debate estaba servido. ¿Hasta qué punto JPelirrojo y sus pensamientos deben ser moderados ya que está vinculado a Nestlé? ¿Debió ceder Nestlé a la presión de la comunidad de Twitter?
La ferocidad de los trolls en Twitter decidió dirigirse hacia Nestlé, en vez de centrarse en la figura de quien, para ellos, había obrado mal. De hecho, fue algo tan inverosímil que la marca anunciara que prescindiría de sus servicios, que muchos se manifestaron en contra de la decisión. No dejaban de censurar a JPelirrojo, pero valoraban que no tenía nada que ver su pensamiento sobre la tauromaquia con los anuncios para helados.
Las marcas, conscientes de la capacidad de generar conversación (y por lo tanto, opinión) de los más feroces usuarios de redes sociales, actúan sin mirar más allá de la resolución rápida del problema. Porque seguirá habiendo modos de insultar a Taylor Swift y porque nunca habrá un influencer tan limpio, honroso y sin falta alguna para Nestlé, a no ser que contraten a un androide, ¿hay que darle tanto poder al hater?